¿Alguna vez te has preguntado por qué en ciertos espacios tiendes a sumergirte en ciertos estados de ánimo? ¿Por qué hay cuartos de tu propia casa que facilitan tu concentración mientras que otros simplemente parecieran invitarte a la dispersión?

En décadas recientes esta noción psicoarquitectónica
se ha alimentado de propuestas como el diseño biofílico y modelos
similares, que contemplan los efectos anímicos y psicosociales que un
determinado inmueble tiene sobre la mente humana. Sin embargo, de acuerdo con
el arquitecto y sociólogo John Zeizel, el siguiente reto para "el arte de los
espacios" es intimar con el cerebro, entender cómo funciona y el por qué hay
espacios que favorecen ciertos estados de ánimo. “La calidad del ambiente
construido puede afectar el desempeño del cerebro” advierte la arquitecta
Alison Whitelaw.

En los próximos ocho años seguramente veremos
reafirmarse algunos preceptos arquitectónicos, entre ellos la
tecnosustentabilidad, la simplificación, sofisticación y economización del
espacio (y del costo de construcción), y la exploración estructural del movimiento
(inmuebles con flexibilidad inédita). Sin embargo, creo que pocas potenciales
tendencias resultan tan intrigantes en este campo como la neuroarquitectura.
Con la vertiginosa transformación de los aspectos más
importantes de la existencia humana, pulsos evolutivos desdoblados en áreas tan
disímiles como la espiritualidad y la economía, el arte, la comunicación y la
tecnología, parece que estamos en un momento óptimo para encarar esta seductora
posibilidad: replantear el diálogo entre nuestra mente y el espacio físico que
habitamos. En caso de lograrlo, en unos cuantos años podríamos estar
programando recintos que faciliten ciertas funciones cognitivas, favoreciendo
así la recuperación de la salud (en el caso de lugares dedicados a la
sanación), el aprendizaje y concentración (dentro de escuelas y academias), la
creatividad (en talleres artísticos) y la psiconaútica (dentro de espacios
re-creacionales).
Pero mientras esto sucede, no puedo más que recomendarte que observes y especules sobre el impacto que tus diversos espacios cotidianos inducen en tu mente –un recordatorio a practicar la mejor técnica de detección de tendencias a la que tenemos acceso, la simple observación–.
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